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jueves, 4 de enero de 2018

La Eclosión Literaria del Euskera

Con respecto a la asediada y siempre vilipendiada lingua navarrorum - hasta para navidades encuentran la forma de atacarla -, el euskera, les presentamos este interesante ensayo histórico que ha sido publicado en Gara:


Francisco Letamendia | Autor en «erdera»

El aprecio del «vizcaíno» (esto es, el vasco) por los tratadistas del Reino de Castilla y del comienzo del Imperio fue puramente retórico en el aspecto lingüístico. En toda la Edad Media no existió documento escrito alguno en lengua vasca. Todos los testimonios medievales se redujeron a dos frases en euskera intercaladas en las dos glosas de San Millán, una frase que contenía el Fuero General de Navarra, y algunos textos aislados a partir del año 1400. Hacia el año 1500 no se hablaba ya el vasco ni en la orilla del Ebro ni en Vitoria-Gasteiz. El escribano «vizcaíno» fue una institución española, y el conocimiento del romance se transformó en un instrumento de los poderosos.

Había existido también poesía en la Edad Media; pero era de transmisión oral, consistente en baladas sobre batallas y hechos históricos, elegías femeninas, o «heresiak», oraciones… Algunas de estas obras fueron recogidas por cronistas del siglo XV.

Pero esta situación de la literatura escrita debe ser explicada por el contexto del euskera en estos siglos, lengua no unificada y sometida a los vaivenes de los dos poderes políticos, español y francés, que gobernaban las dos mitades del territorio vasco al norte y al sur de los Pirineos. Fue el enfrentamiento entre los reinos de Francia y España el que dio lugar a un desarrollo inédito de la literatura en lengua vasca al norte de los Pirineos, que se inspiró en el siglo XVI en el protestantismo, pero que se mantuvo en el siglo XVII cuando el catolicismo había vuelto ya al poder.

Esta eclosión literaria del euskera en los territorios vascos norpirenaicos fue protagonizada por un plantel de autores humanistas cercanos al protestantismo, Detchepare, Oihenart, entre otros. El primer libro vasco en euskera fue publicado aquí el año 1545 por Detchepare, autor de la larga recopilación de versos en torno de la religión, el amor y la lengua vasca que componen su “Linguae Vasconum primitiae”, escrita con la técnica del bertsolarismo. Ello se debió tanto a las dificultades que encontraba el euskera en el Reino de España como al propósito protestante en estos años de vulgarizar la Biblia.

El “Gero” de Axular, publicado en Burdeos en 1643, libro escrito un siglo más tarde, en unos años en los que el protestantismo había sido ya bloqueado por la monarquía francesa, se inscribió a grandes rasgos en la Contrarreforma católica, aunque esta carecía aquí de la virulencia que presentaba en el reino de España. La obra fue escrita con un euskara de una tal riqueza y vivacidad que le han convertido en el pilar del desarrollo posterior de la lengua y literatura vascas.

Axular, nacido en Urdax, por tanto en el País Vasco gobernado por Castilla, tuvo problemas para consolidar su puesto de párroco en Sara, precioso pueblo de Lapurdi en el Iparralde gobernado por Francia. Su única obra, el “Gero”, utilizó una gama inigualable de técnicas y recursos retóricos extraídos del sermón eclesiástico en su más alta expresión, con los siguientes propósitos: enseñar de modo tranquilo y razonado al creyente; agradar al lector con referencias y refranes; y moverle al buen camino mediante un ritmo ligero y un estilo directo.

A partir de Axular la literatura vasca escrita entró en el proceso de decadencia, inducido por el absolutismo en los dos reinos, de todas las lenguas distintas al francés y al castellano. En la vertiente sur se implantó en la Edad Moderna la diglosia: mientras que las Juntas Generales de los territorios vascongados penalizaban a los junteros que no sabían hablar y escribir en romance, el euskera se convirtió, impulsado por la Contrarreforma, en la lengua del catecismo utilizada por el clero para adoctrinar a la masa campesina.

Pero en el euskera, lengua condenada al ostracismo y desprestigio durante siglos, la literatura oral tenía, y sigue teniendo, una sorprendente riqueza y versatilidad. Por ello, la impresión de vacío literario es engañosa; si en toda literatura deben tenerse en cuenta sus dos expresiones oral y escrita, aquí esta diferenciación es básica. La poesía oral expresada en el bertsolarismo, pero no solo en él, con más peso históricamente que la prosa, nació de la improvisación y las imágenes espontáneas, valiéndose de recursos estilísticos relacionados con el nivel fónico del lenguaje, como repeticiones y onomatopeyas. Sus autores han buscado, a través de la musicalidad y evocación de imágenes, transmitir sentimientos comparables a los que produce la música.

Lekuona ha clasificado los géneros de la literatura oral en grandes categorías: poesía, compuesta por cantos épicos-familiares y por el bertsolarismo; teatro, antzerkia, que comprende pastorales, mascaradas, charivaris de Iparralde (norte vasco), teatro popular de Hegoalde (sur vasco); narrativa, véanse las narraciones cortas y el eusko-folclore; proverbios y refranes; y géneros tradicionales, como las baladas y la poesía oral lírica. Estos géneros han tenido una larga proyección en Iparralde y Hegoalde, que ha llegado sin solución de continuidad hasta nuestros días.

La literatura vasca escrita renació en la segunda mitad del siglo XVIII en defensa del tradicionalismo y contra el Despotismo Ilustrado y sus apoyos en el país, véase la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, produciendo obras ricas en erudición, las de Aita Larramendi, y retratos costumbristas llenos de vida, el “Peru Abarka” de Mogel. Pero Larramendi escribía en castellano

El jesuita guipuzcoano Manuel de Larramendi murió en 1766, año de la expulsión del reino de los jesuitas. La orden jesuita era la más ferviente defensora del Papa, y el baluarte de la resistencia frente al Despotismo Ilustrado. En materia política los jesuitas defendían la doctrina tradicional del Pacto, como lo hizo Larramendi en su “Corografía de Guipúzcoa”. Pero este llevó la teoría del Pacto en sus “Conferencias curiosas sobre los fueros de Gipuzcoa” a sus últimas consecuencias: si el Rey incumplía el Pacto, también Gipuzcoa podía romperlo. «¿Qué razón hay, dice Larramendi, para que esta nación privilegiada no sea nación aparte, nación por sí, nación entera e independiente de las demás? ¿Por qué tres provincias en España (y no hablo del Reino de Navarra) han de estar dependientes de Castilla –Guipúzcoa, Alava y Vizcaya– y otras tres dependientes de Francia, Labort, Zuberoa y Baja Navarra?». Se trataba pues de un nacionalismo tradicionalista derivado del incumplimiento del Pacto, en las antípodas de Rousseau.

Sin la erudición de Larramendi, el presbítero Juan Antonio Mogel, párroco de Markina y revisor de libros de la Santa Inquisición, compartía sus ideas. Su obra “Peru Abarka” de 1802, primera novela vasca escrita en euskera bizkaino, la cual pasó desapercibida en su tiempo, retrata a un campesino católico y acomodado, Peru, quien contrasta su tradicionalismo contra las opiniones ilustradas del barbero del pueblo, «maisu» Juan. En su hogar se leen todas las noches viejas historias en euskera; Peru conoce el fuero de Bizkaia de memoria, y explica el origen del pueblo vasco a partir de la teoría tubaliana. Los Perus Abarkas campesinos explicarán la vitalidad del carlismo en el siglo XIX.





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