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domingo, 21 de enero de 2018

No Les Gustaron las Placas

"Abrir vías de diálogo con los insaciables" fue la manera en la que Joseba Azkarraga de la red ciudadana Sare calificó la apuesta por conseguir la tan ansiada bilateralidad, sumamente necesaria para hacer avanzar el proceso de paz y reconciliación abierto hace ya más de seis años por parte de la sociedad vasca.

Y es que los violentos simplemente se van a negar por siempre a aceptar su violencia... y se van a continuar victimizando, tal como lo ha hecho el a la sazón Ugarteko Iñaki Larrea Arruti la noche que la Ertzaintza asesinara a mansalva a Iñigo Cabacas, al demandar a la abogada de la familia y al periódico Gara por su cobertura investigativa. 

Así pues, el insaciable navarrico Iñaki Iriarte le ha encontrado peros a las placas que el régimen españistaní ha ordenado colocar al gobierno de la capital de todos los vascos. Y lo hace criminalizando a la infancia vasca, tal como hace unos días también lo hiciera Consuelo Ordoñez.

Para resumir, ellos exigen que se coloquen las placas y ellos mismo insisten en que eso... tampoco es suficiente. Y anuncian que nunca reconocerán a las víctimas del genocida nacionalismo español, ese que les convenció a ellos de ser lo suficientemente apátridas como para escribir memeces en contra de su propio pueblo.

Lean ustedes esto publicado en la página de Navarra.com:

“En memoria de…/ Gogoan… Víctima de ETA / ETA-ren biktima”. Este es el texto de las discretas placas colocadas recientemente por el Ayuntamiento de Pamplona –en manos, como todo el mundo sabe, de Euskal Herria Bildu- en recuerdo de dos personas asesinadas en la capital de nuestra comunidad por la citada organización terrorista.

Algunas voces han reprochado el hecho de que las placas omitan la palabra “asesinado”: les parece que se intenta así escamotear de la memoria colectiva la circunstancia esencial de que esas personas no murieron víctimas de una enfermedad, o como consecuencia de una imprudencia o un accidente, sino como resultado de un atentado criminal cuidadosamente planeado y fríamente ejecutado. Otras voces, por el contrario, entienden que esta suspicacia hacia el texto de las placas no está justificada.

A su modo de ver, la expresión “víctima de ETA” describiría suficientemente la realidad de que estas personas perdieron la vida a manos de una organización criminal. El que un ayuntamiento gobernado por Bildu haya comenzado a colocar tales placas sería una indudable buena noticia y entrañaría un reconocimiento expreso del daño, cometido por ETA y amparado por la Izquierda Abertzale.

En mi modesta opinión, la diferencia de pareceres no debería enfrentarnos, ni mucho menos provocar un cruce de descalificativos (“¡Intransigentes!, ¡buitres!”, “¡traidores!, ¡complacientes!”). Entiendo perfectamente que, con la mejor voluntad, haya quien considere absurdo (y hasta peligroso) criticar el texto de las placas.

Sin embargo, me inclino más bien hacia quienes lo consideran insuficiente. No porque la palabra víctima me parezca inadecuada en sí misma, sino por eso del “Timeo danaos et dona eferentes” (Temo a los griegos, incluso cuando traen regalos).

Todavía espero una autocrítica profunda y sincera en el mundo del nacionalismo vasco. Un examen de conciencia honesto y sin concesiones del horror que provocó y de las fantasías supremacistas y revolucionarias que le llevaron a actuar como lo hizo –no puntualmente, además, sino a lo largo de décadas y décadas; criando a personas desde la más tierna infancia para que pudieran un día convertirse en profesionales del odio  -.

Por ese motivo, desconfío todavía de los “regalos” de ese mundo. En este caso concreto, sospecho que la jugada será la siguiente: reconocer a los asesinados por ETA como “víctimas”. Y, punto y seguido, colocar idénticas placas con los nombres de “víctimas de la acción de la policía”, “de la política penitenciaria” o “del conflicto político”, aunque se trate de personas que fallecieron portando un arma. Porque, claro, de alguna manera uno puede ser víctima también de un accidente o una imprudencia, incluso aunque no haya una condena judicial de por medio.

¿En qué justifico mi suspicacia? En las infladas listas de “víctimas propias” que la Izquierda Abertzale ha hecho circular desde que tengo uso de memoria y que incluían suicidios, muertos por enfermedad, al explosionar la bomba que portaban, accidentes de tráfico, etc.

El tiempo dirá si me equivoco. Ojala sea así. Y esa labor de autocrítica dentro del mundo nacionalista a la que antes me refería haya comenzado.






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